ultramarina

mollino-aviadorPara definir Habitanza (pero mejor que definir, para creer en ello;  para tomar la Habitanza por una palabra propia, un término de los que usamos al hablar de nosotros mismos) quizá nos baste y nos sobre con señalar que casi todas las palabras terminadas en «anza» resultan cómodas, ofrecen bastante confort y relajamiento, como si fuera que uno pudiera echarse en esa pANZA tierna y cálida como de vocablo embarazado, a descansar, a echar la siesta, a dormir la borrachera, a esperar mejores tiempos.  Sobre todo por la ConfiANZA que despierta.  Habitanza, desusado. Acción y efecto de habitar. De manera que todo (lo dicho por ella) queda en ella, está en su interior y es su construcción,  como conviene al hecho de habitar.  Y también por lo de ser un término desusado, infrecuente, que no abunda en la conversación de cualquiera, en la cháchara cotidiana y, por tanto apenas si nos llega gastado por el roce,  por el maluso,  por lo inapropiado,  digámoslo,  que resulta hoy día el habitar en alquiler o bajo la amenaza constante de la hipoteca,  pareciendo que se habita sí, pero en casa de otro y para ese otro, que obtiene nuestros beneficios. Algo así como si la acción de habitar fuera nuestra pero los efectos de nuestra acción se los cobrase alguien distinto a nosotros.

Nos interesa más sin embargo, las SemejANZAS dadas, y ya dichas, entre Habitanza y la casi mayoría de palabras que se cierran en ese anza sin significación propia precisa,  necesitado en cualquier caso,  de compañía, apremiado a conchabarse, a cobrar ConchabANZA, lo cual no señala otra cosa que el acomodamiento conveniente de una persona en alguna parte. AlabANZA secreta,  o a lo menos poco conocida,  del buen habitar,  del habitar con arte.

¿Y la AñorANZA,  la nostalgia que todo lugar provoca en quien se aleja de él, incluso con la decidida voluntad de no volver cargada a lomos, porque el lugar le estaba pesando,  en ese lugar le faltaba el aire, el mismo aire del que ahora,  lejos,  desearía volver a asfixiarse?  La OlvidANZA,  conviene recordarlo aunque solo sirva para avivar la paradoja, jamás se completa. Su mejor actitud es la TardANZA, el demorarse continuo que nos hace recibir con tanto alborozo como felicidad el momento final de la AcordANZA.

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Una vez metidos en memoria, a vueltas con los recuerdos y caídos en manos de la felicidad,  o de su EsperANZA,  tan inexacta como su propia condición, tan equívoca desde su origen,  cómo olvidamos,   cómo no hacer cuenta de la HolgANZA perdida en los días del Paraíso, de la PitANZA que a cualquiera alimenta y a los pobres les sacia la carpanta, de la transparente y seductora OrgANZA, de la dANZA y de la ChANZA, de las AndANZAs propias y las tan risueñas del Buen Caballero, de la HeredANZA que soñamos heredar un mañana no muy lejano, en LontanANZA, de las divertidas AdivinANZAs y hasta de la EnseñANZAs que no se quieren a sí mismas DoctrinANZA.

También hay decires malos y de ninguna gracia en esta extensa ProbANZA que usamos para acreditar nuestra escogida palabra,  por supuesto. Por ejemplo VengANZA,  incluida aquella que se sienta a la puerta de su casa y espera,  espera como madura la fruta sin saber que le sigue la caida. O MatANZA, cuando no es la del cerdo ni se le pide al cerdo, o a la familia, su opinión al respecto. O RecaudANZA, el anual castigo, AcechaANZA y AsechANZA, FiANZA y MalandANZA. Palabras,  en resumen éstas que no dejan salir de casa y,  muy a su pesar,  volviéndolas más desdichadas todavía de lo que ya lo son,  nos vuelven a hacer más apreciada la HabitANZA, a lo cual era a lo que, en un principio, tratábamos de abrirle camino.

Mariano H. de Ossorno. 2007. Texto para la exposición Residenciales (habitar textos) realizada en Imatra.

2 comentarios

  1. Ciertamente habéis hecho referencia a la pANZA pero olvidar la más ilustre es un error imperdonable: la de Sancho -que por cierto «habita» en todos nosotros-
    ……De nada.

  2. no sabía yo que también a las pANZAS las rigiera un canón. Pero Sancho era más Sancho por lo pANZA que por lo Sancho. Lo que acaso nos dice que celebrar a Sancho es olvidar su pANZA.

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