La creación de formas útiles ha sido un hecho consubstancial al progreso de la humanidad. Sin duda las primeras formas se crearon como una inmediata reacción a unas necesidades, es decir a unas necesidades para las cuales el propio mundo circundante no daba instrumentos adecuados. Si hubo que construir un arma con una determinada forma fue porque la naturaleza no ofrecía automáticamente y de acuerdo con las necesidades de alimentación del hombre la muerte sistemática y localizada de ciertos animales.
Si hubo que construir una cabaña fue porque los efectos de los meteoros no se ajustaban a la resistencia física de los humanos.
A partir de ahí, el hombre y la mujer, a la vez -promotores, usuarios y constructores- fueron modificando la forma de acuerdo con los sucesivos fallos de sector que ésta presentaba ante circunstancias de ambiente inexperimentadas, o ante necesidades realmente nuevas o por primera vez formuladas por un proceso cultural innovador.
Es un camino lento de evolución, anónimo, inconsciente, basado por un lado, sobre la inmediatez de la comprobación y solución de los fallos sectoriales y, por otro, sobre la lentitud de los cambios culturales que dan tiempo suficiente para aquella comprobación y corrección.