En palabras del pensador alemán Walter Benjamin, cada época no solo sueña la siguiente, sino que soñadoramente alumbra su despertar. En ese sentido podríamos decir que los años 60 y 70 del pasado siglo XX fueron dos décadas de cambios sociales intensos caracterizados por la emancipación y la permisividad, en contraposición a la década precedente los años 50, que todavía arrastrando las secuelas provocadas por la Guerra, cerró heridas y consolidó un estilo de vida basado en aspiraciones domésticas, tranquilas y conservadoras como la vivienda propia en un barrio periférico seguro y cuidado.
Conscientes de los errores de la generación anterior, los jóvenes se revelaban contra el orden establecido y aspiraban a crear un mundo mejor. Mientras los países occidentales se urbanizan rápidamente, surge una conciencia social colectiva en el que no es menor el interés por el sexo, las drogas y el rock´n´ roll que actuaron como elementos unificadores e hicieron que los movimientos juveniles tuvieran tanta fuerza en la sociedad de los años sesenta. Ciudades como Londres, París o Nueva York se convirtieron en los epicentros culturales de este fenómeno y los enormes avances de los medios de comunicación de masas, hicieron posible una verdadera globalización de la cultura juvenil. Las artes decorativas reaccionaron como un barómetro social ante estos cambios y reflejaron las esperanzas y las aspiraciones de esta generación.
A principios de los años sesenta, como en los anteriores, las artes decorativas estaban divididas en dos categorías distintas: los objetos hechos a mano, y los manufacturados en serie. Durante este período la noción de «buen diseño» continuó desarrollando un papel muy importante. Los productos finlandeses, por ejemplo, tenían mucha fama por su gran calidad y diseño integral. El diseño alemán estaba caracterizado por su concepción lógica y pureza formal, y fue en gran medida responsable del llamado » milagro económico». El diseño japonés continuó ejerciendo una fuerte influencia, sobre los artistas occidentales que se dejaban inspirar tanto por su estética tradicional como por los productos de consumo. (Continuará)
En la imagen fragmento de una instalación de Begoña Usaola para la presentación de la muestra SOMBRA junto a Gentz del Valle realizada en Imatra y la emblemática OttoWomb Chair y Ottoman tumbona característica de los años 50. diseñada por Eero Sarinen en 1946.