La reciente concesión a Marta Cárdenas (San Sebastián 1944) del también recién creado premio Xabier Sáenz de Gorbea es una excelente noticias. Supone en esta primera entrega un reconocimiento a la labor de investigación y creación artística de esta artista donostiarra a la cual tuvimos el placer de escuchar con ocasión de los Encuentros con Artistas promovidos por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en marzo de 2019 dentro del marco de la exposición: Después del 68.
Lo que nos interesa destacar del trabajo de Marta Cárdenas, es esa aproximación a la pintura Ch´an, de la época ilustrada China, tradición que luego pasó a Japón, ella explica cómo, después de un viaje por oriente, el descubrimiento de esta tradición milenaria, le provocó una especie de » caída del caballo sauliano» porque cambió, desde ese momento en el año 1996, todo su modo procesual de trabajo.
Toda la línea de pensamiento ilustrado occidental que va de Sartre a Lacan, permanece dentro de los límites de un cierre conceptual desde el que la visión se teoriza, todavía, desde el punto de vista de un sujeto como centro del mundo. Pese a que esa centralidad del sujeto se deja desmantelar y fragmentar tanto por Sartre como por Lacan. Para explicar su tesis en términos pictóricos Lacan nos remite al cuadro de Holbein Los Embajadores. Los embajadores son maestros del aprendizaje, poseen todos los códigos del conocimiento, de las artes y las ciencias y brillan en su entorno social, sin embargo su campo visual se deja penetrar y atravesar por algo que no pueden controlar, esa calavera que irrumpe, contamina y corrompe su espacio óptico mediante los recursos de la anamorfosis. El efecto de inserción en la pantalla de esa calavera, -de esa muerte- (scotoma) no es otro que el poner de manifiesto que la pretendida centralidad y control del sujeto vidente es tan ilusoria como las del sujeto que habla. La visión es un producto social. El retrato Lacaniano de lo imaginario confirma que la propia visión no es universal, sino culturalmente mediada
Lo visible se apoya y se deja interpenetrar por lo que cae fuera de la visión, por una Mirada de otra visión envolvente que se desvanece por todos lados. Una técnica capaz de sostener una representación mediante una práctica que la disuelve: la técnica que los japoneses denominan «tinta esparcida»(flung ink)
«Cusndo el pintor lanza la tinta, es esa misma gestualidad la que muestra su renuncia a cualquier pretensión de actuar como centro del universo»