ultramarina

Imágenes complacientes

Caminé más de dos horas por el mismo barrio mientras lloraba, un niño perdido. Conservo de esa experiencia recuerdos bastante precisos, no sé si alguna vez te lo conté.

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¿Por qué siempre se convoca a los fantasmas cuando se escriben cartas?. Los deja uno venir, los compromete más bien, y escribe por ellos, les  echa una mano, pero ¿por qué?. Me habías dado a leer esa carta a Milena donde él decía algo así, algo más, algo como especular con los espíritus, desnudarse ante ellos, aquél escribió exclusivamente (sobre) cartas, uno de los últimos. Me da miedo esta noche. Mira es la ley, eres tú, soy yo. Y su juego de manos. La mano que escribe parece no poder pertenecer a S. Más bien la desliza otro bajo el abrigo y escribe en su lugar.

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Había que ilustrar esa imagen, ilustrar más bien su epopeya, su portada y su guarda.

8 comentarios

  1. Obviando el texto, a esta fotografía le falta como en el cine, fuera de campo, el ruido del derrape de un Seat 1430 o un Seat 132.

  2. Tal vez I. no busque lo fatal, puede que la vida sea así se puta o puede que la puta sea una vida, una más, la que le queda al gato.
    Y está ese estirar la pintura con cierta pegajosidad, como Turtturro intentando extender con cierta urgencia el papel encolado que se vuelve a despegar, en esa habitación infecta de Barton Fink. Pese a todo es la habitación donde el personaje mora.
    Y está la decencia de estirar el oleo, pese a que Tiziano ya había pintado pieles y carnes con esa luz crepuscular tan antigua, la de aquellos que se adornaban con las pieles sarkásticas, cosidas con la piel del vencido.
    Luego está la ciudad y el pintor tumbado sobre ella, iluminando la miseria a través de su cuerpo como una placa fotosensible.
    Puede que esté el Etna en erupción y Empédocles en el borde.
    O puede que Hölderlin, para el que tirarse a (H)el Etna sea algo que pueda esperar, pues «le retiene el amor».
    Suyo
    Scardanelli.

  3. Siempre el amor. Dos veces al menos Deleuze hace una llamada a la exhortación rimbaudiana «Buscad a H» como consigna del problema de la verdad.

  4. Como ya son varios los amigos y conocidos que en correos privados me piden explicaciones por la curiosidad que les suscita el título «amarillo jaramago»; diré que, obviamente se trata de un tributo a Rodrigo Caro y su elegíaco poema a las ruinas de Itálica, lease cualquier ruina.
    Pero si lo traigo a colación en el contexto de la exposición actualmente en Imatra «Algunos de mis mejores amigos» es por la dedicatoria que Jaime Gil de Biedma destina a Fabián Estapé en el poema «Barcelona ja no es bona, o mi paseo solitario en primavera» y porque lo recibí como obsequio de un amigo muy querido.

    Más allá del impacto del evidente virado amarillo de la fotografía de Ignacio, asociado a un sabor, despues del blanco salado del alba, el amarillo amargo (amarillo jaramago) se asemeja a la relación de un texto y a la profusión de interrupcciones y citas para recordarnos que la escritura escapa al autor y que una infinidad de acciones paralelas ocurren y han ocurrido de forma sincrónica al momento del que que supuestamente la fotografía habla.

  5. Sorprende que la ilustración sea la antítesis de la foto que dice ilustrar (amarillo jaramago): luz natural vs luz artificial; claridad vs oscuridad; interior vs exterior; diseño vs nada; etc.

  6. Es curioso ver cómo cada cual ve una cosa y la expone y sin ser lo mismo -como en el caso de un crisol-, completan, cada una en su no completitud todo el espectro de una imagen, un título y un texto que provocan este caudal de entradas con vocación de ser diálogo.

  7. Eso es, se trata Jorge, del gesto dialéctico por el que la existencia de cada imagen solo es posible en función de su opuesto, al que niega y a la vez afirma y, la apelación a la supuesta capacidad del animal humano de restablecer un sentido primigenio entre el cuerpo y el lenguaje.

    Veamos, tenemos un texto, que se articula y podría nombrar no necesariamente a las imágenes que acompaña, como así sucede, sino que al mismo tiempo que todo ello nombrado, actúa como el hilo conductor del pensamiento generado en el propio proceso.

    De la total exterioridad de Bilbao La Vieja a El-Biar de Tánger, pasando por las ruinas de la Barcelona post-industrial de Gil de Biedma, al amarillo amargo prestado del jaramago.

    Mientras tanto Turtturro pega y repega el papel que se despega en el interior de su habitación de hotel y Juanjo sigue emperrado (enamorado) tratando de encontrar a H. como Barton Fink a la bañista en la playa del espacio liso de Deleuze

    El niño perdido, ahora un Jacques Derrida de 8 años que no encuentra a sus padres y cegado por las lágrimas después de caminar más de dos horas seguidas por el mismo barrio llorando, es finalmente conducido por seres nocturnos, bondadosos fantasmas, hacia lo alto de la colina donde se encuentraba el automóvil de su padre, un viejo 1430 que de haber derrapado ruidosamente en esa madrugada, como oportunamente señala Inframince, el niño Derrida hubiera podido orientarse.

  8. ………porque no hay en la tierra, todavía,
    nada que sea tan dulce como una habitación
    para dos, si es tuya y mía;
    porque hasta el tiempo, ese pariente pobre
    que conoció mejores días,
    parece hoy partidario de la felicidad,………..

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